11 de enero de 2017, Birendranagar, Nepal
El Himalaya
Jakob & Ernest:
Durante los últimos días en India, lo único que nos interesaba era avanzar rápidamente y recorrer muchos kilómetros en pocos días. Nos costó sobrevivir siete semanas en estas estresantes y transitadas carreteras de India; podríamos decir que eran perfectamente comparables con las plantas de psiquiatría en las que estuvimos trabajando durante nuestros estudios; solo que, en este caso, nosotros seríamos los pacientes que necesitan atención profesional.
El deseo de tranquilidad, silencio, naturaleza y montañas, era tan grande que de repente nos encontramos al otro lado de la frontera, en Nepal. Pero la parte de la frontera por donde pasamos, conectaba un pueblo con otro, en medio de la nada. Tuvimos que recorrer un camino de piedras, sin ningún tipo de edificio oficial. Pasamos tranquilamente hacia Nepal, delante de tres soldados nepaleses que nos observaron y que, mostrando una gran pasividad, nos dejaron pasar. Una vez pasado este tramo, llegamos a un pequeño edificio donde teníamos que tramitar nuestro visado de llegada al país. Con “aires de superioridad”, después de nuestra experiencia en Visados, entregamos nuestros pasaportes y los 200 dólares, para culminar los trámites. Pocos minutos después, uno de los funcionarios nos preguntó dónde estaba el sello de salida de India, obligatorio para abandonar el país. Aunque no dábamos crédito a lo que nos decían, tuvimos que retroceder 2km, por aquel camino de piedras, y volver a territorio indio. En esta ocasión nos pararon, y durante una media hora tuvimos que explicar a los funcionarios que teníamos que volver al otro lado de la frontera para conseguir el sello de salida de India para poder volver a Nepal y tramitar el Visado.
Los primeros kilómetros en Nepal fueron muy similares a los de India. El paisaje era llano, oíamos continuamente el ruido de los coches, la aglomeración de la gente era más que evidente y la moneda tampoco cambió.
Al día siguiente de nuestra llegada, comenzaba lo que sería nuestra recuperación psíquica. Las primeras montañas se escondían detrás de la niebla matutina, los pueblos se volvían pequeños, y las carreteras subían en dirección de las montañas.
Comenzaba la aventura a Nepal!
Los días siguientes, nuestro trayecto siempre fue de ascenso. Enseguida nos vimos envueltos de aire fresco, montañas y una naturaleza de ensueño. Acampábamos en pequeños pueblos, y por parte de las poblaciones más pequeñas, recibimos el calor del fuego que ellos mismos encendían cuando el frio era intenso. La gente del pueblo también nos proporcionó comida fresca. Así, se convirtieron en nuestras segundas familias.
En estos pueblos pequeños, la gente vive en casas de barro y paja. En la mayoría de los pueblos vimos cómo las mujeres se ocupaban de la casa, de los niños pequeños y de los animales. La situación económica de Nepal, es casi peor que en India. Muchos de los hombres tienen que marchar fuera del país, en dirección a India o países árabes, para enviar a sus familias parte del sueldo.
Nosotros seguíamos gozando de un tiempo y unos paisajes increíbles. Pero un día, llegó el momento de la desgracia. Durante una de las múltiples subidas, el pedal de la bicicleta de Ernest saltó disparado sin previo aviso. En aquel momento, nos dimos cuenta que se desvanecía nuestro sueño de recorrer las montañas del Himalaya hasta llegar a Katmandú. El pedal estaba destrozado, y como os podéis imaginar, en la curva siguiente, no nos aparecería ninguna tienda de bicicletas especializadas en pedales. Por suerte, en el pueblo siguiente nos encontramos con un hombre que dominaba el inglés y que directamente nos llevó a su casa, en busca de soluciones.
Ernest se dirigió a la ciudad más próxima, con su bicicleta cargada en el techo de un autobús, en busca de una posible reparación del pedal. Al llegar a la ciudad de Dadelhura, se dio cuenta que no era posible la reparación. Al cabo de unas horas, regresaba al pueblo en un camión, decepcionado y físicamente destrozado, después de un día muy intenso.
Nuestro anfitrión, siempre preparado para ayudarnos, nos propuso una idea que podía salvar nuestros planes. Al día siguiente volvimos a la ciudad, en busca de un mecánico experimentado y con buenos recursos. Después de dos horas de trabajo, el mecánico reconstruyó la parte afectada del pedal con una máquina que debía tener unos 100 años de antigüedad. En aquel momento fuimos conscientes de que habíamos encontrado en medio del Himalaya al hombre correcto, con la máquina correcta. Para nosotros aquello era aún un enigma, pero, queridos lectores, ¡los milagros aún existen!
Era 31 de diciembre y celebramos el fin de año dentro de nuestros sacos de dormir, en un hotel que nos costó 4€. Celebramos también el triunfo contra nuestra mala suerte con una botella de Jim Beam Bourbon, que compramos en India, y que viajó durante más de 500km dentro de nuestro equipaje.
El año nuevo nos ofrecía durante los siguientes 10 días, rutas excepcionales y una naturaleza impresionante. El reto deportivo comenzaba. Durante aquellos días, no nos encontramos con ningún turista, nosotros éramos los únicos “exóticos”. Las bicicletas, en aquella región, sólo las conocían por las historias que se explican de generación en generación.
Durante días estuvimos pedaleando por regiones sin electricidad, las carreteras pasaban a ser caminos de tierra, llenos de barro y polvo. Los caminos quedaban delimitados de un lado por la montaña, y por el otro un precipicio de un desnivel de 300mts. En muchas ocasiones nos teníamos que apartar hacia un lado para dar paso a los camiones y autobuses que pasaban por allá, luchando con el mal estado del camino y cubiertos de barro hasta arriba. Para nosotros, como europeos, se nos hace imposible imaginarnos que la gente que vive allí, utilice cada día aquellos caminos extremadamente peligrosos, para comunicarse con la otra parte del país, y de esta manera, con el mundo exterior.
Las experiencias y los paisajes de los que gozamos estos días, son únicos y se diferencian muchísimo de todo lo que hasta ahora hemos visto. Estos últimos días hemos superado unos 10.000mt de subida y aproximadamente la misma distancia de bajada. Ahora mismo, a medio camino de nuestro trayecto por las montañas del Himalaya, podemos asegurar que este es el reto más duro que hemos tenido hasta ahora.
Ahora nos sentimos con ganas de seguir adelante y continuar superando retos para fortalecernos un poco más tanto física como psíquicamente.
Hasta ahora ya hemos disfrutado de la vista de algunas cimas cubiertas de nieve, en el horizonte lejano. Durante los próximos días gozaremos de cerca de las montañas de Annapurna (8091 m), mientras pedaleamos en nuestras bicis.
{Traducción del catalán: Carolina}
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