9 de mayo de 2016, Lukovo Šugarje, Croacia
Acerca de los Alpes del Sur y Eslovenia
Ernest:
7 del mayo - Después del “NO”, del puerto de Großglockner, nos dirigimos hacia Obertauern, que es un puerto no tan alto como el de Großglockner, pero que nos obligaba a recorrer unos cuantos kilómetros más de los previstos en los Alpes.
Uno de los objetivos que me marqué al iniciar este viaje, fue saber hasta dónde llegaban mis límites físicos y psíquicos. Los Alpes son espectaculares, y es muy duro recorrerlos en bicicleta. Gracias a esta impresionante montaña, he podido experimentar aquello que me había propuesto.
El primer puerto – el de Obertauern – lo hicimos en un día. Fueron 40km de subida constante, de los cuales, los últimos 10km tenían una inclinación entre el 10% y el 15%. El tiempo fue lo mejor, ya pedalear con sol motiva y hace agradable el trayecto. Tardamos tres horas y media en llegar a la cima; hicimos una pausa de 45 minutos para comer nuestra ración de pasta con salsa de tomate, que nos daría las fuerzas necesarias para alcanzar el punto más alto. La sensación que se siente en llegar a la cima – después de un gran esfuerzo, que te lleva al final de tu energía física – es indescriptible.
Aquella noche, nos acogieron a dormir una pareja mayor, que nos dijeron que todavía nos quedaban como mínimo dos puertos para dejar Austria, pero que, en principio, no serían tan duros como el de Obertauern. Al día siguiente, el tiempo había cambiado por completo. La lluvia y el frio se hicieron presentes en nuestro trayecto, mientras nos dirigíamos hacia el puerto de Katschberg, a una altura de 1650m. 100 menos que el anterior. Cuando llegamos al pueblo situado al pie de la montaña, nos comunicaron que arriba nevaba mucho, y que el ascenso con nuestras bicicletas y el equipaje de 35kg, era de locos. Estuvimos a punto de esperarnos al día siguiente, pero una llamada a la Policía para informarnos del estado del puerto, nos hizo cambiar de idea. Nos dijeron que la carretera estaba limpia y que se podía circular.
En iniciar el ascenso al Puerto, un cartel nos anunciaba que en los primeros 3km, tendríamos una pendiente del 15%. Pasados 200m caían copos de nieve del tamaño de una pelota de ping-pong, el frío nos impedía parar, ya que nuestra ropa estaba tan sudada, que se congelaba en cuestión de dos minutos. En esos momentos llegó el primer pensamiento: “no puedo”. Pero ya habíamos recorrido 2km, y rendirme no era la solución, porque tenía al lado a mi amigo y él no hubiera aceptado dar marcha atrás.
Después de recorrer 5km en una hora de subida que calificaría de “criminal”, con nieve y frio, llegamos a la cima, donde dejé – como pude – la bicicleta, y golpeé el suelo con mis manos experimentando un sentimiento de orgullo y al mismo tiempo, de rabia.
Pensé que la superación de uno mismo, enfortece, ya que el límite psicológico sube al instante y te das cuenta que, en el siguiente obstáculo, es más difícil que llegue momento de decir: “no puedo”.
El último puerto era el de Loibl, que nos abría las puertas de Eslovenia. El buen tiempo, el entrenamiento de los últimos días i la altitud del puerto, jugaron a nuestro favor, para poder superarlo sin muchas dificultades.
Así, dejábamos los Alpes, y entrábamos en el país de los bosques. Un país nuevo para los dos.
{Traducción del catalán: Carolina}
Jakob:
9 del mayo - Aún percibo todo esto como algo surreal. Mientras escribo, la puesta del sol delante del mar Adriático me regala un rayo de luz que ilumina el teclado de mi portátil.
Loa Alpes nos han puesto a prueba. Eslovenia con sus profundos bosques, los osos i su gente encantadora, ya los hemos dejado atrás. Ahora, en Croacia, nos esperan días soleados.
Mal acostumbrados a causa de las indicaciones precisas de direcciones y kilómetros en los caminos especiales para bicicletas en Alemania y Austria, la entrada a Eslovenia fue dificultosa. Cada camino que nuestro sistema de navegación nos indicaba, conducía en algún momento a alguna carretera prohibida para bicicletas. La última vez que intentamos circular por una de estas, lo notamos enseguida, porque todos los coches que pasaban por nuestro lado, nos iban pitando. Parecía una orquesta de cláxones.
Gracias a nuestra coordinación con “Don Bosco Kirsten”, y después de dar mil vueltas – transitando por caminos permitidos para bicicletas, llegamos al centro que tienen en Ljubljana. Fuimos recibidos con los brazos abiertos por los hermanos de “Don Bosco” instalados allí. Con ellos disfrutamos de unas horas de charlas interesantes.
En nuestro recorrido a través de Eslovenia, nos encontramos con muchos sitios deshabitados, y con unos bosques muy antiguos y bien señalizados, que nos advertían la presencia de osos. Una noche, la familia que nos acogió, nos explicaron diferentes historias en las que entraron en confrontación con estos temibles animales. Nosotros estuvimos contentos de no tener que pasar por ninguna anécdota con estos animales de “peluche”, como protagonistas.
El paso por nuestra primera frontera, fue – a causa de diferentes motivos – una vivencia muy emocionante. Un simpático policía de frontera, nos invitó a un trozo de pizza con pernil y rúcula. Y también nos dio agua fría. Nos avisó de los metros de desnivel que tendríamos que superar, una vez pasada la frontera. Después de nuestra experiencia en los Alpes, sonreímos ligeramente ante esta advertencia. Creíamos que pronto estaríamos delante del mar Adriático dándonos un buen baño. Nada de esto sucedió. Después de dos duros días sudando y habiendo superado muchos metros de desnivel, observámos al horizonte el Adriático.
De mutuo acuerdo con el responsable de una tienda de bicicletas en Eslovenia, cambiamos – como de costumbre - nuestra hoja de ruta.
Al legar a la costa, nos adentramos – a través de un puente – a la isla Krk, la cual, dejamos atrás en un ferry que nos llevó a la siguiente isla, Lopar. Al llegar, buscamos desesperadamente un lugar para dormir. Era domingo y, además, muy tarde. A punto de perder la esperanza, preguntamos a un hombre si había posibilidad de acampar. Nos condujo a un patio interior, en medio de barcas acabadas de pintar, donde nos ofreció un sitio para las tiendas, que plantamos gracias a nuestras linternas frontales. También fue increíble que, a aquellas horas, este hombre – que era cocinero – nos preparara una comida riquísima. Al día siguiente, después de haber recorrido 80km y con la piel quemada a causa del sol, pagamos, por primera vez, nuestro alojamiento. Sin éxito, intentamos encontrar al lado de la carretera de Rijeka a Duvrobnik un sitio para acampar.
Aún nos queda por recorrer, más de 500km de costa por el Adriático. También esperamos con mucha alegría que, durante estas próximas dos semanas, el agua del mar se caliente unos 2 o 3 grados como mínimo. Así será más agradable darse un baño, sin que esto tenga que suponer una gran proeza.
{Traducción del alemán al catalán: Ursula}
{Traducción del catalán: Carolina}
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